79.- LAS LENGUAS TIENEN VIDA

Nada más fascinante que darse cuenta que las lenguas modernas tienen vida propia.
¿ Y quiénes le dan esa vida que como tal es cambiante?  Por un lado y sin lugar a dudas, los hablantes, vale decir los usuarios cotidianos de las mismas. Desde el profesional hasta la persona menos informada - vale decir, todos - hacemos uso de la lengua, del idioma.
De ahí que vertiginosamente se produzcan cambios y alteraciones que el mismo uso provoca. Esa constante evolución ha dado lugar a lo largo de la historia de la humanidad a la formación de nuevos idiomas. ¿Cómo si no, se formó el Castellano? Los romanos, dueños del mundo durante siglos, pretendían que el Latín, nuestra lengua madre, fuera obligatoria en todos los confines del Imperio. Pero, ¿era eso posible? Por supuesto que no. Y entonces con lo que los habitantes de tan diversas regiones europeas escuchaban y  luego repetían a su manera se iba transformando la lengua y nacieron las lenguas romance o neolatinas: español, francés, portugués, italiano, rumano… 
Pero aparte de los “usuarios” de las lenguas, están los académicos, los estudiosos de las normas, de la precisión. Cuando se funda la Real Academia Española (RAE), se impone un lema con respecto a su quehacer: “pule, limpia y da esplendor”. Menudo objetivo. ¿Es posible de cumplir? Rotundamente, no. 
Porque exceptuando los estudiosos de las lenguas y los encargados de enseñarlas (maestros y profesores -¡¡algunos!!-) nadie se encarga de actualizarse con los preceptos que emite la Academia.
Si embargo, con el paso del tiempo, las normas académicas han aprendido a convivir con las normas de uso, que finalmente son las que siempre se imponen.
Periódicamente se dan a conocer una serie de normas adoptadas por la RAE, referidas a diversos aspectos de la lengua castellana. En rigor, ya se vienen aplicando desde tiempo atrás. Los diccionarios editados durante los últimos diez años ya dan cuenta de muchos de esos cambios.
Sabido es que la RAE se impuso un cronograma de ediciones de sus diccionarios, que coinciden con los años terminados en cero. Con algunos desfasajes se ha cumplido el mismo.
Cierto es también que dado el uso extendido de Internet, ha disminuido considerablemente la comercialización de los diccionarios en papel. Cualquier interesado en consultar los Diccionarios de la RAE, no tiene más que ingresar en  www.rae.es y podrá acceder de inmediato a toda la gama de obras de ese tipo de la lengua española: un diccionario etimológico; el panhispánico de dudas; el diccionario de la lengua; ediciones históricas e inclusive podrá efectuar consultas en forma personal sobre dudas que puedan surgir acerca de determinados vocablos, construcciones, usos verbales, etc. 
He aquí algunos de esos “cambios” de último editado :

* Por razones de ordenamiento y sobre todo por el uso informático de los textos, han desaparecido las grafías dobles o dígrafos  (vale decir la “ch“, la “ll”). Cualquier interesado en encontrar en el diccionario las palabras “chaqueño” y “lluvia”, deberán buscarla en los capítulos dedicados a las letras “c” y “l” respectivamente. 

* También ha editado últimamente una “Nueva Gramática de la lengua española” con actualizaciones bastante interesantes.

¡¡¡Suerte que los académicos españoles pudieron, entre otras cosas, defender y mantener con vida a nuestra querida “ñ”!!!!

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