UN PASO IMPORTANTE. FALTAN MUCHOS MÁS

 

El Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires dispuso que las actividades escolares y de comunicación institucional, de los niveles de enseñanza obligatorios (inicial, primario y secundario), se hagan “de conformidad con las reglas del idioma español, sus normas gramaticales y los lineamientos oficiales para su enseñanza”.

Esta medida implica la prohibición del uso de la “x”, de la @ y de las palabras con e características del llamado «lenguaje inclusivo».

 

La medida es coherente y merece nuestra aprobación por varios motivos.

En principio, desde un punto de vista institucional y republicano, porque el idioma es una de las marcas de identidad de una Nación y, por ende, representativo de las sociedades de cara al mundo. En nuestro país, el idioma oficial distintivo es el castellano o español. 

 

La segunda consideración es de orden lingüístico. Las lenguas tienen normas. Estas  son de orden académico y de uso. En cuanto a las primeras, en el caso del castellano, son regidas por las Academias que integran la Asociación de Academias de la Lengua Española, entre ellas, la Real Academia Española de la Lengua y la Academia Argentina de Letras. Todas se han expresado reiteradamente, con variados fundamentos, sobre el rechazo al denominado «lenguaje inclusivo». Cierto es que el hablante medio no tiene fácil acceso a esas normas. Solo lo tienen a través de la escolarización, siempre y cuando los docentes las conozcan y las usen cabalmente. De ahí la importancia de la medida tomada. Es inaceptable que la escuela, que tiene por función la transmisión de lo excelente de la cultura, permita estas deformaciones que implican, además, una confusión de ámbitos, introduciendo en el aula registros del habla que corresponden a la calle, a grupos o a modas pasajeras.

 

Finalmente, haremos hincapié en el orden pedagógico. Los niños y adolescentes están adquiriendo no solo el buen uso de la lengua, sino también están recibiendo de sus docentes los fundamentos en los que se basa cada idioma. No es posible que se los sumerja en un lenguaje lleno de signos extraños al alfabeto, que no tiene normas claras ni siquiera para quienes pretenden utilizarlo. Con ello se crean confusiones innecesarias y deformantes.

Del ridículo no se vuelve. Y muchos adultos ya han caído en él.

 

Sumado a esto, sirvan como ejemplo los magros resultados de las evaluaciones de los últimos años en lectura, comprensión y expresión oral y escrita.

Y, en esto, nadie puede hacerse el distraído.

 

Respecto de lo expresado, es necesario que se dirijan las miradas hacia la formación docente en la que hace tiempo ya que la gramática ha dejado de ocupar el lugar fundamental que debiera tener. Así estamos.

 

Es lamentable que las autoridades nacionales del área habiliten o defiendan la deformación del idioma en nombre de consideraciones ajenas a lo académico. 

 

Por eso, el mensaje final va dirigido a los responsables del ámbito educativo no solo de la Ciudad, sino de todo el país. El paso que acaba de darse en CABA es importante, aunque no suficiente.  

Es fundamental que sigamos trabajando para mejorar la calidad de la educación de los argentinos.

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